Gracias al Programa Estatal COLIFLOR.ES (lema: ni un español sin pan, ni un borrachuzo sin Internet), he sido agraciado con una conexión que utilizaré para plasmar mis vivencias con el fin de regenerar moralmente este país de mierda.

viernes, enero 13, 2006

Golfeando

Ahora que por fin acaba la puta semana parece que voy teniendo fuerzas para contar el desastre que ha sido.
Tras mucho dar la coña, el Feo consiguió que su vieja le dejara el coche, que está hecho una mierda pero para ir hasta Majadahonda cualquier cosa vale. El martes fuimos, con un palo y una pelotita cada uno que nos había dejado el maricón del Pinrel. Tras comernos un atasco espantoso del todo y perdernos dos veces entre M-40, M-50 y M-erda, encontramos el famoso club de golf, que es la hostia: un edificio todo lujo y un campo enorme, con mucho césped y laguitos y otras zonas con arena donde se supone que si cae la pelotita estás jodido. Bastaba ver los bugas aparcados en la entrada para notar que es un sitio de luxe, vamos, de lo que estamos acostumbrados.
Los de la puerta pusieron una cara muy rara, pero tuvieron que dejarnos pasar, porque esa especie de pin vale de invitación, tenía razón el Pinrelillo. Así que cogimos nuestros palos y bolitas, y nos pusimos a la cola.

El jueguecito es tan simple como el mecanismo de un chupete: pones la bola en la salida, le atizas una hostia, e intentas meterla en un agujerico en el suelo. Eso lo sabe todo el mundo.
De lo que no teníamos ni puta idea es que el agujero está a tomar pol culo de la salida, tan lejos que lo tienen que marcar con una banderita, y que hay que tener muchos palos: unos gordos para las Grandes Hostias (desde lejos) y otros más chicos para cuando estás cerca del burejo y ya vale la pena apuntar. Pues bien, el cabrón, hijoputa, mariconazo del Pinrel sólo nos había dejado un palo chico a cada uno. Cuando vimos el equipazo que llevaba la peña por ahí, unas bolsas de las que salían mogollón de palos, el Feo y un menda nos estuvimos cagando en su puto padre un buen rato. Hasta que nos llegó el turno de ponernos a la cola (nosotros también llevábamos una bolsa de deporte con las litronas y el fuet, por lo que parecíamos unos más, salvo por las pintas, pero estos jóvenes ya se sabe etc).

Y por fin nos tocó el turno. Con las mierdas de palos del Pinrel (ah cabrón, cuando te pillemos) la pelota se iba donde le daba la gana, no llegaba ni a la mitad y encima, al meterle las hostias que le metíamos hacíamos unos surcos en la hierba que parecía que íbamos a sembrar patatas. Tardamos media hora en meter las pelotitas en el primer hoyo, que es como se llaman los agujeros en el golf. Y se estaba formando una cola detrás de nosotros que daba miedo, pero como son unos capullos no decían nada. Todo quisqui hablando por el móvil, eso sí.

En el hoyo 2, la cosa seguía igual de mal, pero para hacerla más llevadera sacamos unas litronas y empezaron las risas, como cuando al Feo se le cayó la pelotita a una laguneja y tuvo que meterse a buscarla. En el hoyo 3, íbamos por la tercera litrona (cada uno, seguimos siendo unos machotes) y empezábamos a divertirnos con el juego del golf. Pero en eso la ENORME COLA que teníamos detrás empezó a agitarse, y un par de pijos nos dijeron que nos diéramos prisa.

Por supuesto, nuestra respuesta fue la más lógica: sacarnos la chorra y echar una larga meada (que 3 litronas estaban esperando salir). Y a seguir emulando al Tiger Wuds. Hasta que cinco minutos más tarde aparecieron cuatro seguratas, invitándonos amablemente a salir. Nosotros, más amables que nadie, amablemente nos negamos, pues habíamos entrado con todo el derecho del mundo. Entonces el más bajito me soltó un puñetazo en la boca del estómago que cuando me quise dar cuenta estaba doblado. Y luego, lo típico: rodillazo en la cara, patada en los huevos, etc. Al Feo, algo parecido. Y para terminar, nos dejaron tirados donde echan la porquería del campo (hierba cortada sobre todo), donde se estaba tan ricamente tirado, diciendo 'ay ay ay' y tocándonos con cuidado todo el cuerpo a ver si no había ningún hueso roto. Son unos profesionales esos tíos, dolor mucho pero nada cascado. No pude ver ni con qué me estaban atizando.
Todavía seguiríamos allí tirados de no ser por un simpático pastor alemán que con su magia hizo que corriéramos como el rayo hasta el coche de la madre del Feo. Que tenía las 4 ruedas rajadas.

La historia del pobre Feo llamando a su vieja para conseguir pelas para llamar a la grúa, comprar ruedas nuevas y poder volver a Avila es demasiado deprimente incluso para este diario.

Lo más gracioso es que yo mismo tuve que hacer de segurata dos noches en el Polígono, pasando más frío que una mona, pero como no tuve que moverme mucho, mantuve los dolores a raya. Y pude pagar el gas. Y todavía me queda algo para mamarme en condiciones este fin de semana.

Pinrel, como te encontremos, vas a morir.

3 Comments:

Anonymous Anónimo said...

¡¡JA, JA, JA!! ¡No me había reído tanto en la vida! Y encima el tío tiene el valor de publicarlo en Internet, para que pueda mandar el link a todos mis colegas, cosa que haré ahora mismo...
Te está bien empleado por llamarme Pinrel. Ya puedes ir usando mi nombre.

11:35

 
Anonymous Anónimo said...

Pues mira, Pinrel: te llamamos así porque a pesar de ser un pijo de mierda te huelen los pies. Claro que el 90% de la población española preferiría el nombre 'Pinrel' a que le llamasen Borja, pero eso tú no lo entiendes.
A mí me la suda cómo me llamen, mientras sea un mote y no un insulto. Sé de sobra por qué me cayó eso de Feo, pero vivo con ello y seguro que follo más que tú.

Ah, y cuando te encuentre te voy a fostiar con entusiasmo, de eso no tengas dudas.

12:03

 
Anonymous Anónimo said...

Ay qué descojono. Pena no poder haber estado allí para haberlo visto, estoy por dejar el curro y meterme en una ETT como Pablito, que total, la vida sólo se vive una vez.
De todas formas, Pinrel, cabroncete, ya sabes que te tengo ganas, así que colaboraré en la paliza que te espera. Te aconsejo que te concentres en tus exámenes y no pises por Ávila en una temporada.

12:59

 

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